Por José Luis García – Área de Energía y Cambio Climático de Greenpeace
07 de febrero de 2017
El título de este artículo no es, aunque lo parezca, un eslogan ecologista. Es, nada menos, que el nombre del paquete de normas que ha propuesto este invierno la Comisión Europea para regular los mercados energéticos y los derechos energéticos de la ciudadanía, entre otras cosas. En la jerga política comunitaria se le conoce como el “paquete de invierno”.
También podría haber titulado el artículo como “El paquete de Cañete”, pero me parecía de mal gusto. Aunque sería muy apropiado, ya que el principal valedor de ese conjunto de normas es el Comisario europeo de Acción por el Clima y Energía, Miguel Arias Cañete. Y justo esta semana viene el Sr. Cañete a España a presentar el famoso paquete. Lo hará ante la Comisión Mixta para la Unión Europea de nuestras Cortes. Y volverá a insistir en ello la semana siguiente, esta vez invitado por el lobby de las empresas de energía sucia, Enerclub.
¿Y por qué nos debe importar el susodicho paquete? Pues porque en estos tiempos la energía está de máxima actualidad por múltiples motivos: por su elevado coste, por la gente que al no poder pagarla ha de pasar el invierno tiritando en casa, por el superpoder que concentran las grandes eléctricas arropadas por las puertas giratorias, por el impuesto al sol, por la alta contaminación de nuestras ciudades, por el cambio climático que se cierne sobre nosotros por mucho que Trump se empeñe en negarlo…
Todos esos motivos podrían resolverse o agravarse según lo que establezca la normativa europea, o sea, según como quede el paquete de invierno que la Comisión presentó el 30 de noviembre. Tiempo habrá de desgranar sus contenidos y de debatirlos en profundidad, pero por lo pronto, quedémonos con cuál puede ser el mejor y el peor caso posible del resultado de todo el proceso.
El mejor resultado posible será aquel en que las políticas europeas nos permitan con facilidad alcanzar y sobrepasar los objetivos de energías renovables asumidos por la Unión Europea para 2030, gracias al empoderamiento energético de la ciudadanía, gracias al mantenimiento de los incentivos a las renovables y de las disposiciones que permiten a estas energías tener prioridad en la gestión del sistema elećtrico y en el acceso a las redes, y gracias a que estrictos requisitos impidan subvencionar alegremente el carbón, el gas y la nuclear (a esas subvenciones las disfrazan con el pomposo nombre de “mecanismos de capacidad”, para que nadie se entere de lo que son).
El peor resultado posible sería que la Unión Europea apenas alcanzase sus objetivos para 2030, porque las políticas aprobadas dejen restringidos los derechos energéticos de la ciudadanía, porque se elimine la prioridad de las renovables en el sistema y en el acceso a las redes eléctricas y porque se generalicen las subvenciones a las energías sucias a través de los mecanismos de capacidad.
Hay mucho en juego. Es imprescindible que se escuchen y se defiendan los derechos ciudadanos frente a los de las grandes corporaciones. Solo así el paquete será digno de su título.
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